Hace unos días subíamos a nuestras redes sociales una foto de unas muestras de vino en una mesa. Lo que pudiera parecer una imagen habitual en una bodega, en la nuestra tiene un calado más profundo de lo que podéis imaginar.
Desde nuestros comienzos, siempre estuvimos convencidos de que cada parcela tiene su propia personalidad, un aura que la envuelve y subyace en sus vinos año tras año. Una parte de ésta viene definida por los elementos que se pueden ver a simple vista, como las variedades plantadas, la edad del viñedo, tipo de suelo, la orientación, el clima de ese año. Como veréis, todos estos, son parámetros que se pueden medir, contar, o describir. Estas características y algunas más, influirán en el tipo de vino que darán las uvas ese año.
La cata, para nosotros, es algo más profundo que todo lo anterior. En ella nos olvidamos de todos los parámetros analíticos y teniendo en cuenta las características anteriormente mencionadas, iniciamos un diálogo con el vino, él te cuente sus motivaciones, sus aspiraciones, que quiere ser de mayor, donde se encuentra y donde quiere llegar, sus debilidades y fortalezas, nos relata su peripecia durante una añada, antes incluso de que fuera uva. No lo juzgamos, lo aceptamos tal como es; y cada año, es diferente.
Son vinos en rama, sin terminar, por lo que la cata se convierte en un ejercicio que mezcla la imaginación, la espiritualidad y el misticismo.
Cada muestra catada corresponde con una tinaja, cada tinaja a su vez con una parcela. En algunos casos, la parcela es muy grande, o bien tiene varios tipos de suelos u orientaciones, por lo que subdividimos la vendimia en más tinajas según sus características.
Esta filosofía de vinificar por separado, para nosotros es una manera de honrar a la persona que un día decidió plantar viña en esa tierra, respetando su criterio. Devolver el protagonismo a la viña, ese que durante muchos años ha estado callado, imaginando sus vinos, es de las sensaciones más bonitas que te puede dar este oficio.
Este tipo de catas, no se anuncian en las guías, ni en ferias, ni las verás en restaurantes, éstas son más íntimas, en la bodega, pocas personas, silencio y emoción. Si tiene oportunidad de ir a alguna, siéntase privilegiado, de lo contrario, busque esos vinos de pequeña producción, producidos artesanalmente… es lo más cerca que estará del alma de su viticultor.