Hoy cultivamos las viñas heredadas de nuestros padres, pero también hemos adquirido la sabiduría para cuidarlas y el tesón de nuestros antepasados para recoger su fruto. Por todo esto decidimos hacer vino.
Vino porque queremos descubrir a qué sabe nuestra tierra, y el esfuerzo de nuestro trabajo. Vino, para llevar a la gente, en un viaje a través del paladar, a lugares donde nunca han estado. Vino, porque nos sentimos en deuda con nuestros ancestros y tenemos un compromiso con el futuro, porque si hubo un hombre que hace cien años enterró un sarmiento en el suelo y decidió que en esa tierra se plantarían viñas, la mejor manera de honrarle es haciendo vino.
Recuperamos los majuelos viejos de cepas centenarias, viñas viejas de pie franco o del terreno como se les llama por aquí, parcelas pequeñas que se crían en agricultura tradicional y ecológica.
Tenemos la paciencia de esperar el momento óptimo de maduración de la uva, vendimiando de manera manual y nocturna, vinificando artesanalmente.
De nacimiento Valenciano y de corazón manchego, ex -enólogo del Grupo Faustino Martínez e inmerso en otros proyectos vinícolas de referencia, dirige la parte técnica del proyecto, donde la experiencia es su mayor aval, y el conocimiento de las variedades autóctonas y de los materiales como el barro hace que los vinos posean una armonía y estilo propio.
Nacido en Ledaña, donde reside, el culto al detalle es la frase que lo define, el majuelo es su hábitat natural. Ha crecido entre viñas y sabe bien lo que pisa, trabaja con las manos y ellas hablan por él. Cuando no está en el campo, lo podéis encontrar en la bodega, donde como él mismo dice, siempre hay algo que hacer.
Nacido en Ledaña, y tras vivir en diferentes ciudades y desempeñar otra profesión, regresa al pueblo para dedicarse por completo al vino. Le encanta descubrir viejos viñedos en la zona e imaginar que vino saldría de sus uvas. Disfruta transmitiendo la filosofía del proyecto y promocionando su tierra a través del vino.